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Vivir con desapego significa tener una actitud de aceptación y apertura al cambio, esto nos permite vincularnos sin dependencia.

El desapego muchas veces puede ser mal percibido cómo una actitud de “no me importa”, y aunque pudiese tener algo de cierto en ese desinterés, la práctica del desapego es mucho más profunda. 

Hay dos tipos de desinterés: la apatía y el desapego.

La apatía es uno de los estados emocionales más dominantes que nos roban la libertad y la felicidad.

Una de las mejores cosas que podemos hacer por nosotros mismos es cambiar la apatía por un tipo diferente de despreocupación, uno que empodera, motiva y libera.

La apatía se manifiesta de forma negativa como:

  • Indiferencia pasiva: No nos importa y no vemos el sentido de preocuparnos.
  • Negatividad de la mente y del alma: Nos fijamos en la negatividad que sofoca nuestra imaginación y sofoca nuestros deseos. Sólo vemos limitaciones e ignoramos las infinitas posibilidades que nos rodean.
  • Actitud desoladora y derrotista: Asumimos el peor resultado (o significado) en todo, pasado, presente y futuro.
  • Drenaje emocional: Nos sentimos agotados sin ningún esfuerzo o motivo aparente.
  • Desmotivadora: La apatía nos lleva a sentir que no tenemos nada que esperar y/o que no hay nada significativo que podamos hacer.
  • Deprimente: la negatividad junto con la energía agotada y la falta de motivación conducen a la depresión y la desesperación.
  • Cierre emocional: Lo que hace la apatía es cerrar nuestro corazón y deformar nuestra perspectiva para ver solo negatividad y limitación.

Si bien el desapego no es exactamente lo opuesto a la apatía, nos permite no preocuparnos, pero desde una perspectiva completamente diferente.

El desapego es:

  • Poder calmado: no estamos apegados a un resultado determinado. Sentimos una calma interior que no se ve fácilmente alterada por lo que nos depara el futuro. Nos sentimos a gusto con nosotros mismos y con la vida.
  • Neutralidad: cuando no estamos apegados, no asumimos nada, ni bueno ni malo. Dejamos que la realidad se desarrolle como debe ser.
  • Sentimiento Liberador: Cuando no estamos demasiado preocupados por lo que sucederá después, podemos ser libres haciendo lo que estamos haciendo en el presente.
  • Curiosidad saludable: en lugar de vacilar entre la anticipación y el temor, volvemos a nuestra tendencia más natural: la curiosidad. Hacemos lo nuestro con un corazón sencillo y afrontamos la vida con curiosidad en lugar de aprensión o indiferencia.
  • Ser Activamente responsables: no nos consideramos rehenes de influencias externas ni de lo que va a pasar o no. Asumimos la responsabilidad de nuestras elecciones y dejamos de preocuparnos por los resultados.
  • Vivir sin ansiedad: Nos entregamos a la vida. Todo está bien, le importe a alguien o no. Dejamos de lado ideales y expectativas abstractos.
  • Estar abiertos a la vida: Nuestros corazones y mentes no están abarrotados de negatividad o positividad. Enfrentamos la vida con los brazos abiertos. En última instancia, nada importa, así que ¿por qué no ser libres de hacer lo que realmente deseamos?

Estar desapegado es estar libre de querer controlar el presente o el futuro, de cualquier forma. También es vivir libres de expectativas.

Desear aprobación o validación, seguridad o esperar que otros actúen de cierta manera puede llevarnos a la apatía después de algunos episodios de decepción.

Cuando hacemos algo porque queremos y no pensamos demasiado en cómo lo percibirán los demás o si tendremos éxito o fracasaremos, la experiencia se convierte en nuestra propia recompensa.

Cuando actuamos desde este lugar, los pensamientos de duda y miedo comienzan a desvanecerse, porque el resultado final no importa.

Dejar de lado el bagaje emocional y el juicio cementará nuestro camino para vivir en desapego y en libertad.

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