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Redacción IWomen 

Cultivar el amor propio o quererse a uno mismo se relaciona con ser constante y persistente, y cuando resulta excesivo se presenta con la dificultad de reconocer errores y pedir disculpas. 

Tener amor propio, dentro de un margen razonable, es importante para tu salud mental, ya que es como un salvoconducto a disfrutar más de tu día a día, a sentirte mejor ante los conflictos.

Cuando una persona, por agradar o no molestar a los demás, no satisface las necesidades propias acaba socavando la autoestima y sintiéndose mal. 

La clave para no caer en el egoísmo está en equilibrar el amor que se siente por otras personas, sobre todo las cercanas (pareja, hijos, padres, amigos) con el amor que uno siente por sí mismo.  

Quererse a uno mismo de forma sincera, honesta y equilibrada significa tener una autoestima saludable. Alguien que se quiere, se conoce y se acepta va a ir por la vida con seguridad porque no tiene nada que ocultar, nada que aparentar. 

Ser ególatra, egoísta o narcisista es distinto al amor propio. Esto se traduce en no ser empático ni ponerse en la piel de los demás. En cambio, el amor propio se trata de quererse mucho y, a la vez, querer a los demás.

La persona que tiene amor propio consigue ser asertiva, no trata continuamente de imponer su criterio a los demás, eso es egoísmo.

El camino adecuado tampoco significa ser pasivo o blando, Lo ideal es tener un punto intermedio en el que dices lo que piensas y sientes cuidando tu relación con los demás.

Una persona con amor propio, con una sana autoestima, con confianza en si mismo y con bienestar psicológico es una persona que se pone límites saludables a sí mismo y a quienes lo rodean.

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