A lo largo de los años, he aprendido que vivir en el presente es esencial para reducir la ansiedad y mejorar mi bienestar general. Como muchas personas, solía preocuparme constantemente por el futuro y revivir el pasado en mi mente, lo que generaba un estado de estrés constante. Afortunadamente, descubrí varias prácticas que me han ayudado a centrarme en “el aquí y el ahora”, permitiéndome experimentar una vida más plena y tranquila.
Una de las primeras prácticas que adopté fue la atención plena. Empecé con algo tan simple como concentrarme en mi respiración. Al inhalar y exhalar conscientemente, noté que mi mente comenzaba a calmarse. En lugar de dejarme llevar por pensamientos ansiosos sobre lo que podría suceder, me obligaba a volver al momento presente, enfocándome en la sensación del aire entrando y saliendo de mis pulmones. Este ejercicio, aunque pequeño, tuvo un impacto enorme en mi capacidad para gestionar el estrés.
Otra herramienta que encontré increíblemente útil es el agradecimiento. Cada mañana, dedico unos minutos a reflexionar sobre las cosas por las que estoy agradecida. Esto puede ser cualquier cosa, desde la taza de café que me despierta por la mañana hasta la salud de mis padres, mi esposo y mis hijos. Esta práctica me ha permitido cambiar mi enfoque de lo que me falta a lo que ya tengo, reduciendo significativamente mi ansiedad por el futuro.
Vivir en el presente
También he aprendido a aceptar la incertidumbre. Antes, solía sentirme incómoda con la idea de no saber lo que vendría, pero al darme cuenta de que no puedo controlar todo, comencé a aceptar. Practico la autocompasión, recordándome que está bien no tener todas las respuestas y que es natural sentir miedo. Esta aceptación me ha permitido soltar un gran peso de encima.
Soy una mujer espiritual, dejo todo en manos de Dios. Cultivo esa parte de mí porque me da paz, es mi refugio y me permite saberme protegida y cuidada. Dios es el centro de mi vida y confío en que, en sus manos, todo va a estar bien.
Finalmente, limitar mi consumo de noticias y redes sociales ha sido crucial. Me di cuenta de que estar constantemente expuesta a información negativa exacerbaba mi ansiedad. Ahora, me permito estar informada, pero con moderación, y reservo tiempo para desconectar y centrarme en actividades que realmente disfruto, como leer un libro, hacer ejercicio o pasear por la naturaleza.
Incorporar estas prácticas en mi vida diaria me ha ayudado a reducir significativamente mi ansiedad y aprender a vivir más en el presente. Aunque todavía tengo momentos de preocupación, ahora tengo las herramientas necesarias para regresar al momento actual y encontrar paz en “el aquí y el ahora”. Vivir en el presente es un viaje continuo, pero uno que vale la pena emprender.
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