Skip to main content

Durante años, hemos sido condicionados a correr hacia la meta. Títulos, ascensos, hitos: cada uno de ellos nos hace avanzar con la promesa de realización. Pero ¿qué pasa si esta búsqueda incesante nos está desviando del camino? ¿Qué pasaría si la clave de la felicidad y el éxito no estuviera en llegar a la meta, sino en amar el viaje mismo?

Cuando nos fijamos en el objetivo final, el presente se convierte en una mera sala de espera. La alegría de aprender, la emoción de explorar, la belleza de las conexiones que forjamos: todo se desvanece en el ruido de fondo de nuestra incesante persecución. Nos concentramos tanto en el destino que perdemos el paisaje, los desvíos y los tesoros escondidos en el camino.

La felicidad no es un trofeo esperando en la línea de meta; está entretejida en la tela del viaje. Es el proceso de crecimiento, no el logro de una meta.

Este cambio de perspectiva abre un nuevo nivel de potencial. Cuando nos concentramos en el viaje, nos convertimos en:

  • Más presentes: saboreamos las experiencias, buenas y malas, y aprendemos plenamente de ellas.
  • Más resilientes: Los contratiempos se convierten en trampolines, no en obstáculos. Nos recuperamos más fuertes y más sabios.
  • Más abiertos al aprendizaje: Aceptamos los desafíos como oportunidades para crecer y ampliar nuestras habilidades.
  • Más motivados intrínsecamente: el impulso proviene de dentro, alimentado por la curiosidad y la pasión, no por la presión externa.
  • Más conectados: disfrutamos el viaje con los demás y construimos relaciones significativas a lo largo del camino.

Este cambio de perspectiva abre un nuevo nivel de potencial. Cuando nos concentramos en el viaje, nos convertimos en:

  • Establece objetivos orientados al proceso: céntrate en el aprendizaje y el crecimiento, no sólo en alcanzar un resultado específico.
  • Celebra las pequeñas victorias: reconoce tu progreso, por insignificante que parezca.
  • Encuentra la alegría en el presente: practica la atención plena y saborea los pequeños momentos.
  • Acepta los desafíos: considéralos como oportunidades para aprender y crecer.
  • Conéctate con otros: comparta su viaje con amigos y mentores que lo apoyen.

No se trata de abandonar la ambición ni de fijarse metas. Se trata de cambiar tu enfoque hacia el proceso y reconocer que el viaje en sí es donde ocurre la magia. Se trata de correr no sólo para llegar a la meta, sino también por el puro placer de correr.

Cuéntame cuál tema te gustaría para un próximo artículo