El camino hacia el amor propio no siempre es lineal; hay días en que dudarás, y está bien. Lo importante es darte permiso para sentir, para equivocarte y para crecer sin juzgarte con dureza.
Porque sanar la relación contigo misma comienza con un acto simple pero poderoso: escucharte. A veces, el ruido del mundo o las expectativas ajenas te alejan de tu propia voz, pero reconectar con ella es el primer paso para encontrar paz.
Aceptarte con compasión, reconociendo que tus errores y tus luces son partes igual de valiosas de quién eres. Cada momento que dedicas a entenderte, a perdonarte, es un paso hacia una versión más libre y auténtica de ti.
Pregúntate qué necesitas, qué te hace sentir viva, y date el espacio para explorarlo. Sanar es elegirte cada día, incluso en los momentos incómodos, porque mereces ser tu propia aliada, no tu crítica más severa.
Sanar la relación contigo misma es un regalo que te das para vivir con más ligereza y propósito. Es mirarte con los mismos ojos amables que usarías con alguien a quien quieres. No necesitas cambiar para ser suficiente; ya lo eres.
Empieza con pequeños gestos: un pensamiento amable, un momento de pausa, un “estoy haciendo lo mejor que puedo”. Con el tiempo, estos actos tejen una conexión más fuerte contigo misma.
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