En cada trayectoria humana hay un punto de inflexión que obliga a tomar decisiones sobre qué queda atrás y qué merece ser llevado adelante. Claris Trigueros ha vivido uno de esos momentos clave en su vida, un giro que la ha llevado a transformar su enfoque profesional y personal. Desde sus primeros pasos en el marketing hasta su transición hacia el desarrollo organizacional y la compasión, su propósito siempre ha evolucionado al ritmo de preguntas esenciales: ¿Cómo dirigir sin dominar? ¿Cómo crecer sin ignorar? ¿Cómo construir empresas que no olviden la humanidad que las sostiene?
Un liderazgo que reconcilia lo técnico con lo humano
“Un negocio no puede adiestrar a sus colaboradores sin ocuparse de sus emociones”, dice Claris Trigueros, con una firmeza que refleja años de observación y experiencia. Habla desde un lugar donde la técnica se encuentra con la compasión, no como conceptos opuestos, sino como dimensiones que se enriquecen mutuamente.
Este enfoque, ahora natural para ella, fue en su momento un terreno que Claris tuvo que aprender a transitar, primero como parte de un sistema que solo medía resultados en cifras, y luego como alguien que entendió que los números jamás cuentan toda la historia.
De la frialdad de las cifras a la calidez de las personas
“La frialdad del negocio me agotó”, recuerda Claris Trigueros. Su experiencia en el sector de consumo masivo y farmacéutico estuvo marcada por la presión de las métricas: participación de mercado, rendimiento y marcas en constante competencia. Sin embargo, en medio de este juego sin fin, algo no podía ser ignorado: “Detrás de cada meta había personas con realidades propias, personas que merecían avanzar no solo para la empresa, sino para sus propias vidas”, afirma.
Fue esta incomodidad la que la impulsó a migrar, no solo de Venezuela a Costa Rica, sino también profesionalmente, hacia un campo en el que pudiera construir estructuras más humanas. En recursos humanos, encontró el puente entre el desarrollo técnico y emocional, entre el negocio y las personas.
Una migración que desordena el alma
En 2015, Claris Trigueros vivió una migración forzosa, que definió un punto de inflexión en su vida. Dejó su país natal y aterrizó en un lugar nuevo, sin garantías de pertenencia. Habla del dolor de sentirse “perdida todos los días” en un entorno desconocido, de la despedida abrupta de su madre, y de la fragilidad del ego al trabajar en una tienda, lejos de su vida corporativa anterior.
Pero, como ella misma reconoce, la crisis, si se aborda con amor, puede ser una aliada. Ese primer año fue una lección de humildad y también el espacio donde reconstruyó sus habilidades, adaptándolas a un contexto completamente distinto.
La perspectiva de sudáfrica y la resiliencia humana
Si hay un lugar que marcó profundamente la visión de Claris Trigueros, es Sudáfrica. Su tiempo en este país le permitió confrontar realidades que transformaron su entendimiento de la pobreza y la fuerza humana. “Vi cómo la alegría puede resistir las miserias más extremas”, recuerda. Para ella, la pobreza no es solo una circunstancia, sino un negocio mundial que deja cicatrices profundas.
Lo que más la impactó fue la capacidad de las comunidades de aferrarse a lo esencial: la danza, la música, y la conexión con la naturaleza. “Ellos me enseñaron lo que realmente significa diversidad y cómo ser flexible ante las diferencias”.
Manos Pacíficas: Impacto y esperanza en la migración
En 2019, Claris Trigueros fundó Manos Pacíficas, una fundación diseñada para apoyar a migrantes y personas en situación vulnerable. Aunque la pandemia frenó sus operaciones, el sueño sigue intacto. “Es un proyecto inconcluso, pero el impacto inicial fue real. Espero retomarlo para seguir construyendo”, afirma con determinación.
Arte como refugio y respuesta
Cuando no está trazando estrategias o liderando procesos de cambio organizacional, Claris Trigueros encuentra en el arte una forma de respiración. La escritura, la poesía y la fotografía documental no son simples pasatiempos; son extensiones de su propósito. “Ahí no tengo que ser nada más que yo. Borges decía que la escritura es la extensión de la imaginación, y para mí, eso también es cierto con la cámara. El arte me salva de mí misma”.
El futuro de Claris: Escribir, viajar y seguir transformando
El futuro de Claris Trigueros se dibuja con tinta. “Quiero escribir un libro, un proyecto que se ha postergado demasiado”, dice. Entre sus metas también destaca el deseo de viajar más, una actividad que considera tanto un aprendizaje como una recompensa. “Viajar siempre es una forma de ampliar el alma”.
Claris Trigueros no es solo una profesional que transforma organizaciones. Es una mujer que ha aprendido a transitar la vida con la certeza de que los momentos de quietud son también momentos de creación. Su historia no se trata de éxitos acumulados, sino de impacto; no de sobrevivir, sino de trascender. “Tocar corazones es un logro en medio de tanto caos”, dice. Y al escucharla, no queda duda de que su brújula ha señalado, siempre, hacia lo esencial.
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