La validación externa fue durante mucho tiempo el filtro a través del cual medía mi propio valor. En algún momento de mi vida, busqué aprobación fuera de mí misma. Como muchos, caí en la trampa de creer que mi valor dependía de los aplausos de otros. A veces parecía inevitable, casi natural: un gesto de aprobación, un “me gusta”, una palabra de aliento podía parecer el indicador definitivo de que estaba en el camino correcto. Pero pronto entendí que esta búsqueda incesante por agradar y recibir el visto bueno de otros me alejaba de la paz y me desconectaba de mis propias necesidades.
La validación externa es seductora. Nos da una identificación de pertenencias, de reconocimiento. Sentimos que somos vistos y que importamos. Sin embargo, en esta búsqueda constante, perdemos una gran oportunidad de reconocernos a nosotros mismos, de valorar nuestras decisiones y de celebrar nuestros logros sin depender de la opinión de los demás.
Hoy veo en la autovalidación una forma de libertad. Validarme yo misma significa reconocer mis logros, aunque no reciban el aplauso del mundo. Implica escucharme, atender mis emociones y respetar mis propios límites sin esperar la aprobación de los demás. Me he dado cuenta de que cuando dejo de buscar esa afirmación externa, la vida se vuelve más ligera y significativa. Ya no cargo con la presión de cumplir con expectativas ajenas y, en cambio, me centro en lo que me hace realmente feliz y en lo que me aporta crecimiento.
Herramientas para cultivar la autovalidación
-
Diálogo interno positivo
Uno de los pasos más poderosos para liberarme de la validación externa es cambiar mi diálogo interno. A menudo, el juicio que creo que otros tienen de mí es, en realidad, una proyección de mis propias dudas. Practicar un lenguaje compasivo y afirmativo hacia mí misma me ayuda a suavizar mi autoexigencia. Me repito que soy suficiente, que mis esfuerzos son valiosos y que mis decisiones son válidas, incluso si nadie más las entiende.
-
Reconocimiento personal diario
Para dejar de depender de la aprobación ajena, encuentro útil dedicar unos minutos cada día para reconocer algo positivo sobre mí. No tiene que ser un logro enorme; a veces, basta con reconocer que intenté algo nuevo o que fui amable conmigo en un momento difícil. Este ejercicio fortalece mi autoconfianza y me recuerda que yo soy mi principal testigo.
-
Escuchar mi intuición
La validación externa a menudo nos distrae de nuestra voz interior. He aprendido a tomarme un tiempo para escuchar mi intuición, a prestar atención a cómo me siento con ciertas decisiones. Al hacerlo, voy reforzando la confianza en mis propios juicios y en mi capacidad de saber lo que es mejor para mí.
-
Establecer límites
Aprender a decir “no” es fundamental. No puedo complacer a todos, y eso está bien. Cuando respeto mis límites y priorizo mis necesidades, me libero de la carga de cumplir con las expectativas de los demás. Saber cuándo decir “no” y cuándo darme el “sí” a mí misma es un acto poderoso de autovalidación.
-
Celebrar mis logros sin comparaciones
La validación externa y las comparaciones están estrechamente ligadas. Por eso, elijo celebrar mis logros, sin importar si son pequeños o si otros los reconocen. Cada paso que doy, cada pequeño avance, es digno de mi reconocimiento. Cuando celebro por mí misma, libero mi identidad de la necesidad de ser vista por otros y me reencuentro con la satisfacción de mis propios logros.
Validar mi camino es un acto de amor propio. No necesito que otros me digan que soy suficiente o que voy por buen camino. La aprobación de otros es agradable, pero no define mi valor. Y cuando me doy cuenta de esto, siento que puedo respirar con más profundidad. La carga de buscar la validación externa se desvanece, y me permito ser, simplemente, quien soy.
También puedes leer: https://isarestrepo.us/articles/news/ambientes-toxicos-mi-experiencia-y-como-encontre-fortaleza/