He aprendido que la energía que llevamos dentro tiene el poder de transformar nuestra realidad. Durante mucho tiempo viví en piloto automático: despertando con poca energía, cargando preocupaciones y sin darme cuenta de que mi actitud podía cambiarlo todo. Hasta que un día decidí que esa no sería más mi normalidad. Me propuse un cambio profundo y comencé a descubrir cómo elevar mi frecuencia, cómo mantener mis vibras altas y vivir conectada conmigo misma.
Cuando hablo de elevar mi frecuencia, me refiero a elegir cómo quiero sentirme y actuar, independientemente de lo que pase a mi alrededor. Descubrí que pequeños pasos, aunque parezcan simples, pueden generar un impacto inmenso en nuestra vida.
Conectarme con la gratitud
Cada mañana, antes de comenzar el día, dedico un momento para agradecer a Dios. Al principio, me parecía un ejercicio extraño, pero pronto me di cuenta de que cada palabra de gratitud encendía una chispa de luz en mi interior.
Agradezco por mis talentos, mi salud, mis relaciones, mi familia y hasta por los desafíos que ahora entiendo y me hicieron crecer. La gratitud tiene ese poder transformador: convierte lo común en extraordinario y nos llena de energía positiva.
Rodearme de personas y contenido que sumen
Me di cuenta de que mi energía se eleva al estar rodeada de personas alegres, auténticas y empoderadas. También hice un detox digital, dejando de seguir cuentas que drenaban mi energía o generaban comparación. En su lugar, elegí contenido que inspira y nutre mi mente: libros, podcasts y redes sociales que aportan valor. Al final, lo que consumimos —emocional y mentalmente— define cómo percibimos nuestra realidad.
Cuidar mi cuerpo
El cuidado de mi cuerpo se convirtió en un acto de amor propio. Descansar bien, hidratarme, hacer ejercicio y nutrirme son rituales que me recuerdan lo valiosa que soy. Ya sea salir a caminar, hacer una rutina en casa o simplemente moverme para liberar tensiones, estos momentos me ayudan a reconectar conmigo misma. Cuando mi cuerpo está bien cuidado, mi energía se eleva de manera natural.
Elegir mis pensamientos
Aunque no puedo controlar todo lo que sucede a mi alrededor, sí puedo decidir cómo reaccionar. Empecé a observar mis pensamientos: cuando uno negativo aparece, lo reconozco y lo transformo en algo constructivo. Es un proceso continuo, pero con práctica, se convierte en un hábito que trae paz y claridad a la mente.
Visualizar y manifestar
Tomarme el tiempo para visualizar mis sueños y metas ha sido clave. Cerrar los ojos, sentir que ya los he alcanzado y actuar desde esa confianza es una experiencia poderosa. La fe en mí misma genera una energía magnética que atrae oportunidades. Es un recordatorio constante de que todo lo que deseo está a mi alcance si tomo acción desde el corazón.
Conectarme con Dios a través de la oración
La oración se ha convertido en mi refugio. Es mi espacio de conexión con Dios, donde puedo agradecer, soltar miedos y pedir guía. No se trata de oraciones perfectas, sino de conversaciones sinceras, como si hablara con un amigo que siempre está dispuesto a escucharme. Esa conexión espiritual me llena de amor, confianza y propósito, recordándome que no estoy sola.
Compartir mi energía
Cuando vibro alto, mi luz puede iluminar a otras mujeres. No hay nada más poderoso que compartir experiencias, escuchar historias de resiliencia y crear juntas una red de apoyo. Creo firmemente que cuando una brilla, todas brillamos. Hoy entiendo que elevar mi frecuencia no es un destino, sino un estilo de vida. Cada día me pregunto qué tipo de energía quiero llevar al mundo y qué puedo aportar. Y a ti, mujer increíble, te invito a hacer lo mismo. Dentro de ti está el poder de transformar tu vida y la de quienes te rodean.
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